La disrupción es el conjunto de conductas inapropiadas que realiza el alumnado con la intención de obstaculizar el desarrollo normal de la clase, por ejemplo:
- Falta de cooperación.
- Mala educación.
- Insolencia.
- Desobediencia.
- Provocación.
- Agresividad.
- etc.
Cuando existen situaciones de disrupción graves, surgen problemas de convivencia en los que son frecuentes las faltas de educación, las contestaciones, las situaciones de boicot pasivo e incluso insultos (considerados violencia verbal), pudiendo llegarse a producir, finalmente, situaciones de indisciplina. Es relativamente fácil traspasar la frontera entre situaciones de disrupción y situaciones de indisciplina más graves.
¿De qué manera afectan estas conductas disruptivas?
La disrupción afecta, principalmente, a dos procesos vitales que se producen en los centros educativos:
- Al proceso de enseñanza-aprendizaje, pues generan un clima de aula inadecuado, influyendo negativamente en el aprendizaje y en el rendimiento escolar del alumnado.
- A la convivencia en los centros escolares, pues provocan la desmotivación y pérdida de energía e ilusión en los trabajadores/as de la enseñanza.
Estas situaciones son generadoras de malestar entre los trabajadores/as de los centros educativos. En muchos casos, este malestar evoluciona hasta llegar a situaciones potencialmente perjudiciales para la salud, como estrés, depresiones o síndrome del quemado.
¿Cómo podemos solucionar esta situación de disrupción?
La disrupción es un problema complejo; por lo tanto, las soluciones también lo son. Éstas deben incluir:
- Una mayor implicación y ayuda de las familias.
- Una mayor implicación del alumnado en los procesos de aula y su motivación por las tareas.
- Unos estilos docentes adecuados.
- Unas estrategias de control y manejo del aula consensuadas.
- Unas medidas que mejoren las relaciones interpersonales.
- Unas medidas disciplinarias claras, pero asertivas.
- Un mayor apoyo social y profesional entre profesorado y dirección del centro.
Es aconsejable que los centros escolares elaboren guías y protocolos de actuación que aborden tanto la prevención como las medidas de intervención ante la disrupción, teniendo en cuenta los siguientes puntos:
- Valorar y consensuar, entre el profesorado y el equipo directivo, qué tipo de conductas se consideran «inadecuadas» y «desajustadas». Hay que preguntarse dentro de un marco de sentido común, qué es lo esencial, qué es lo importante y cómo podemos responder de forma coherente, coordinada y cohesionada dentro de un claustro ante las conductas inadecuadas.
- Dar coherencia de actuación al tratamiento de los conflictos en el aula. Una vez analizadas las conductas más frecuentes y más graves, se deben proponer medidas de tratamiento específicas similares para todo el centro. La coherencia y consistencia en la aplicación de la norma, deja claro al alumnado qué puede o no puede hacer.
- Compartir estrategias, estilos docentes más adecuados para afrontar la disrupción.
- Compartir prácticas de aula específicas que establezcan los distintos profesores/as para afrontar situaciones disruptivas concretas. Hay que aprovechar la experiencia y buenas prácticas realizadas por algunos miembros del profesorado para beneficio de todos.
- Crear canales y estrategias de comunicación ante la aparición de este tipo de problemas. Es importante el apoyo social, por parte del equipo directivo y el resto del profesorado, a la hora de afrontar los problemas. Hay que compartir los problemas y solicitar ayuda, si fuera necesario. Por una parte se reduce la generación de estrés, al compartir la carga, y por otra parte se aumenta la capacidad de resolver con éxito la situación.
- Observar las medidas realizadas y hacer una reflexión posterior sobre la eficacia de las mismas. Es importante comprobar que las medidas propuestas para atajar la disrupción funcionan. Si no lo hicieran, hay que tomar las medidas correctoras para cambiar la estrategia inicialmente propuesta.
En conclusión
La disrupción en el aula constituye una de las preocupaciones más directas y unas de las principales fuentes de malestar del personal educativo, pues es éste el que está a cargo de dicha aula, siendo el alumnado de la misma responsabilidad del docente.